Lashistoriasdecharlies

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jueves, 2 de julio de 2015

LA MALDICIÓN DE KAFKA


      Lo despertaron los olores. Nunca los había percibido con tanta intensidad. La ropa limpia, la ropa sucia, la humedad que se había filtrado bajo la ventana, los olores del jabón, la laca, los perfumes y la orina que entraban mezclados desde el baño. Todo desprendía olor, había olores que ni siquiera reconocía. Lo despertaron los olores y supo que algo no iba bien. 
      Al abrir los ojos, lo primero que vio fue su nariz, enorme y...¿peluda?. Se incorporó asustado. Tenía que ser una pesadilla, estaba cubierto de pelo y sus manos no eran manos. Volvió a tumbarse y cerró los ojos con la esperanza de despertarse, pero los olores seguían llegando con la misma fuerza. A ellos se unieron los ruidos. Se dio
cuenta que el roce de las sabanas, el tic-tac del reloj o incluso los ruidos del exterior los oía exageradamente fuertes. De pronto lo sintió, sin verlo supo lo que era y el miedo le hizo gritar y saltar de la cama. Un rabo, tenía rabo. Aterrado corrió al baño para mirarse al espejo. 
      No podía ser. Lo habían drogado o se había vuelto loco. Delante del espejo había una repugnante rata gigante.

      "¡Dios!, ¿se había convertido en rata de verdad?". No quedaba nada de humano en su reflejo. Incluso había corrido hasta el baño a cuatro patas, de hecho, sus brazos ahora eran las patas delanteras de un inmenso roedor. Ahí estaba mirando al espejo, oliendo y oyendo todo, pero sin embargo no conseguía ver con demasiada claridad, le faltaba color y nitidez a todo lo que miraba. Intentó frotarse los ojos, pero se estremeció de arriba abajo. En el intento se tocó los bigotes y le produjeron una sensación nueva e inexplicable. Era todo demasiado real para ser un sueño o una alucinación. 
      El pánico comenzó a apoderarse de él. Apoyado en el lavabo cayó en algo que con el miedo había pasado por alto. Cuando gritó no oyó su voz, sino un desagradable chillido. Intentó hablar en voz alta, pero de
nuevo el chillido. Se alegró de vivir solo. Hacía pocos meses que se había ido de la casa de sus padres. "¿Que hubiese pasado si aún estuviera allí?". No pudo evitar imaginarse la situación. Su madre gritando de terror y cayendo desmayada al verlo, su padre intentando mantener la calma junto a ella para protegerla y él intentando decirles que no se asustaran, que era su hijo, pero por supuesto provocándoles más terror con ese chillido. Movió la cabeza intentando sacudirse ese pensamiento. 
      Después de un rato empezó a preguntarse cómo había podido ocurrir, como podía haberse convertido durante la noche sin haberse dado
cuenta. Supuestamente según había visto tantas veces en el cine, debería sufrir un dolor horrible durante la transformación, ¿Lo había sufrido, pero no lo recordaba?, aunque también se suponía que los hombres lobo y demás no existían. Definitivamente deliraba. Volvió a la habitación para ver si veía algo fuera de lo normal. La cama estaba destrozada, se había convertido en un amasijo de tela y esponja. Su pijama también estaba hecho harapos. No podía ser. 
      Intentó tranquilizarse y pensar que hacer. Volvió a salir de la habitación fue hasta la sala de estar y allí le llegaron desde la cocina una infinidad de olores que le despertaron un apetito voraz. Sin apenas darse cuenta se encontró olisqueando los
platos y los cubiertos de la noche anterior en el fregadero. 
      Levantó la cabeza y miró por la ventana que estaba justo encima del fregadero. Acababa de amanecer. Le extrañó que en la calle no hubiese ningún movimiento. No había nadie. Nada rompía en ese momento la quietud del alba, una quietud que le inquietó aún más. 
      De repente vio movimiento en la casa de un vecino que vivía en frente, dos casas más a la izquierda. Se estaba abriendo la puerta. 
      Confundido y aliviado
descubrió que él no era el único.

      Otra enorme rata salía por la puerta y mirando a todas partes caminaba despacio hasta pararse en medio de la calle. Por un momento pareció haberlo visto a él. Miraba fija hacia la ventana cuando algo, acompañado de un ruido fuerte y seco, impactó en su lomo, asustada intentó correr de nuevo hacia su casa, pero sus pasos se volvieron lentos e inseguros y antes de llegar a la acera cayó hacia el lado desplomada. 
      El pánico lo dejó paralizado. ¿Le habían disparado?. Escuchó el motor de un vehículo. Un camión al parecer del ejército llegó marcha atrás y se detuvo a pocos metros de ella. Salieron de él varias personas, algunas armadas apuntaron hacia el cuerpo que permanecía inmóvil, otras apuntaron hacia la puerta abierta del vecino y otras hacia su casa y dos con una especie de camilla se fueron acercando con cuidado a la rata. Todas llevaban lo que a él le pareció trajes espaciales. 
      Se agachó por el miedo a que lo descubrieran. ¿Por qué apuntaban también hacia su casa?, ¿Era posible que supiesen que él también era una rata?. Corrió al dormitorio y saltó sobre la cama acurrucándose desesperado. Estaba
seguro de que vendrían a por él, entrarían y le dispararán igual que a la otra. Aunque le serviría de poco si llegaran a entrar, la cama le dio cierta tranquilidad. 
      Estuvo allí sin mover un solo bigote hasta que cesaron los ruidos de fuera. El miedo a que entraran se fue disipando y el hambre, que volvió con más fuerza aún, lo hizo levantarse de la cama. Fue hasta la cocina caminando con precaución, intentando no hacer el más mínimo ruido, podían estar fuera esperando para entrar en cualquier momento. Nervioso se asomó de nuevo por la ventana. No se veía a nadie, la rata, el camión y los que se bajaron de él habían desaparecido. La casa del vecino estaba cerrada y precintada, miró a las demás. Estaban totalmente cerradas, pero sin precintar. 
      Más tranquilo, se apartó de la ventana y se acercó a la nevera, le costó abrirla varios intentos, estaba claro que abrir puertas no era una de sus nuevas habilidades. Al momento maldijo no ser más previsor, apenas había un bote de leche, algo de embutido y un poco de verdura. Una punzada de nostalgia lo entristeció acordándose de la nevera siempre atestada de sus padres, de los
platos rebosantes que le ponía su madre y de su preocupación para que nunca se quedara con hambre. Se sintió fatal, para su vergüenza, había necesitado despertarse convertido en una asquerosa rata y encontrarse la nevera vacía para echarlos de menos. Llevaba semanas sin ir a verlos, su madre lo llamaba mucho, para preocuparse por él. La pobre seguramente se quedaba siempre con ganas de decirle que fuera a verlos de vez en cuando, que llevaba demasiado tiempo sin preocuparse por ellos y se merecían al menos eso. ¿Cómo podía ser tan desagradecido?. A partir de ahora iría a visitarlos más a menudo. 
Ahí frente a la nevera, hambriento y aterrado, sin poder buscar ayuda ni compañía aunque quisiese, se sintió más solo que nunca. 
De pronto se dio
cuenta de algo, la luz de la nevera no se había encendido al abrir la puerta. No estaba funcionando. Fue hacía la entrada y pulsó el interruptor de la cocina, pero la lámpara no encendió. No había luz en la casa. 
Volvió a la nevera y arrojó al suelo lo poco que había dentro, desgarró el bote de leche, bebió lo poco que quedó dentro, el resto terminó lamiéndolo en el suelo y devoró el embutido y las verduras. 
Mientras comía algo empezó a rondarle por la cabeza. ¿Cómo era posible que estuvieran esperando a que el vecino saliera?, ¿cómo podían saberlo?, además la nevera no guardaba ni el más mínimo frío, la leche estaba agria y la verdura pasada. Volvió a la habitación para
confirmar su sospecha. En la mesita de noche estaba su reloj de pulsera. Le costó mucho ver la hora y la fecha que marcaba. 8:27, Saturday 4. ¿Sábado?. Lo último que recordaba era haberse acostado con un terrible dolor de cabeza y algo mareado, pero eso fue el martes. ¿Llevaba tres días en la cama?. 
Si era así tenía cierta explicación el que pudieran estar esperándolos fuera, pero eso significaba también que no eran los únicos ni los primeros. Durante estos tres días, en algún momento, habría aparecido uno o varios casos, que habrían hecho movilizarse supuestamente a las autoridades y de alguna manera tenían relación con el vecino y con él, sino como iban a estar esperando prácticamente en sus puertas sin prestar atención al resto del vecindario. Pero ¿qué relación podía haber entre ellos? y sobre todo ¿qué les había pasado?. 
El hambre volvió a hacer acto de presencia con la misma intensidad, lo de la nevera apenas le había aliviado un poco. Supo que no aguantaría mucho dentro de la casa.
      Se dirigió de nuevo a la cocina, esta vez para saciar la sed que también empezaba a ser insoportable. Se volvió a apoyar en el fregadero, en la calle la misma inquietante quietud. Como pudo abrió el grifo y arrimó el hocico al chorro para beber, pero apenas pudo sorber un poco. ¿Tampoco había agua?. Solo salió la que supuestamente había quedado en la tubería. El grifo que siguió goteando durante unos segundos, con su tintineo contra los platos sucios, como el tic-tac pausado de un viejo reloj, pareció burlarse de él, recordándole que todo era cuestión de tiempo. ¿Qué coño estaba pasando?. Estaba claro que no tardaría mucho en tener que salir por la puerta y acabaría igual que el vecino... "de ninguna manera, tendrán que entrar a buscarme".
Golpeo los platos con rabia arrojando uno al suelo, que se hizo añicos. el impacto del
plato al romperse le retumbó en los oídos de una forma casi dolorosa. Se asustó consciente de que aquel ruido podía haber puesto en alerta a los de fuera. Se apartó y se dirigió despacio hacia la puerta principal, olisqueándola por debajo pudo oler perfectamente el exterior, hierba, alquitrán, gasóleo, un sinfín de olores de la calle entraban en la casa por los resquicios de la puerta. Intentó oír cualquier ruido que le indicara que había alguien cerca, pero nada, apenas oía las ramas de los árboles mecidas por el viento. Retrocedió un poco y se quedó mirándola, con el temor de que se abriera en cualquier momento, pero a su vez con unas ganas increíbles de abrirla él mismo y salir corriendo, ¿podría huir de allí?, ¿tendría posibilidad de cruzar a la otra calle sin ser alcanzado?, ¿Le serviría de algo o estarían esperando también al otro lado?.
Frente a la puerta debatiéndose desesperado un recuerdo de infancia que creía olvidado volvió con fuerza. "Le había despertado un ruido que venía desde el armario. La luz de la luna entraba por la ventana y daba la suficiente claridad para ver que una de las puertas estaba entreabierta. Se tapó hasta la nariz con la colcha y se quedó completamente quieto mirando fijo. No se atrevía a moverse y le daba vergüenza llamar a sus padres, (ya era mayor para temer al monstruo del armario). Pero dentro había algo que se movía entre la ropa, podía escucharlo perfectamente. La puerta crujió y pareció abrirse un poco. Gritó con todas sus fuerzas; sus padres corrieron a su habitación asustados y encendieron la luz. -¡El armario, el armario...! - Gritaba señalándolo. El padre se fue hacía el armario y lo abrió para tranquilizarlo y demostrarle que solo habría sido una pesadilla, pero una rata enorme salió de entre la ropa y asustada correteó entre los pies de los padres hasta que terminó huyendo por la puerta. El padre pasó el resto de la noche buscándola y por la mañana colocó trampas y veneno por toda la casa para cogerla. Durante las noches siguientes fue incapaz de dormir solo y se levantaba deseando ir a mirar las trampas, pero nunca apareció. Según el padre en algún momento debió escapar por la puerta principal sin ser vista". Ironías de la vida, ahí estaba ahora él, mirando otra puerta quieto y muerto de miedo, pero con una sensible diferencia.
Aquella desagradable experiencia fue un trauma para la madre. Desde aquel día no faltó en su casa veneno para ratas, cucarachas y todo tipo de insectos. Convirtió uno de los muebles de la cocina en un verdadero arsenal anti-bichos.
Se acordó de las cosas supuestamente indispensable para un hogar que la madre le entregó en una bolsa el día que se marchó de su casa. Se fue a la despensa y allí estaba, en una balda de la estantería junto a un par de botes anti mosquitos, el veneno de rata. Se estremeció al ver el dibujo de una rata con una equis roja encima. Arrojó la caja al suelo y ayudándose de las patas delanteras la agarró con la boca y se la llevó a su habitación dejándola al pie de la cama. No podía estar seguro de que al vecino lo que le impactó no fuese un dardo con los que dormían a los animales peligrosos y ni la idea de ser cazado como un conejo ni la de convertirse en rata de laboratorio le atraían demasiado. Esa caja le ofrecía al menos otra opción.
¿Ruido fuera?, escuchó movimiento cerca de la puerta. Se maldijo por haber golpeado los platos. Volvió a acurrucarse en la cama y hundió la cabeza entre las patas delanteras esperando oír la puerta abrirse en cualquier momento. Estaban fuera, oía perfectamente como murmuraban entre ellos. Esperó conteniendo la respiración. ¿Qué harían con él si entraban?, ¿Lo matarían?. Tal vez fuera lo mejor. ¿Cómo podría vivir así?. No se imaginaba a sus padres recibiendo la visita de su hijo rata ni a una rata en su trabajo sentada delante de un ordenador rodeada de compañeros que por otro lado era posible que ni notarán el cambio. Le hizo hasta gracia imaginarse a sus compañeros trabajando como siempre como si no pasara nada fuera de lo normal y él sentado en su mesa golpeando el teclado con sus nuevas extremidades y el rabo colgándole por detrás de la silla. Así, imaginando su absurdo futuro inmediato, mientras esperaba que entraran a por el de una vez por todas se fue tranquilizando hasta perder la noción del tiempo.
Se dirigió a la sala de estar y con mucha precaución volvió a coger la foto que ahora estaba además de rota manchada de sangre. Agarrarla con la boca le resultó casi insoportable, la herida le dolía terriblemente, pero tenía que cogerla, si aparecía en casa de sus padre con la foto sería más fácil que ellos supiesen que era él. Sabía que para ellos sería muy duro, pero también creía que de alguna manera ellos lo querrían así. Al fin y al cabo era su hijo. 
El corazón le latía de nuevo con fuerza mientras se acercaba despacio a la puerta. Aguzó los sentidos para asegurarse que no había nadie cerca en ese momento. "Tengo que hacerlo". Se incorporó sobre las patas traseras apoyando las delanteras en la pared justo al lado de la puerta. Acercó despacio una pata y agarró la maneta, (se alegró de no tener la costumbre de echar la llavera), poco a poco con mucho cuidado la fue bajando hasta escuchar cómo se abría. Despacio tiró hacía dentro, los olores entraron con muchas más intensidad. El hambre, la sed y el dolor parecían gritarle, "Abre y corre, abre y corre..." Abrió la puerta lo suficiente y volvió a colocarse a cuatro patas preparado para salir, cada movimiento que hacía le producía una punzada de dolor en la boca, no sabía si podría correr con el cuadro, pero por nada del mundo lo soltaría. Estaba preparado, correría pillándolos por sorpresa y para cuando reaccionaran estaría ya al otro lado a salvo. El sol estaba detrás de él, eso significaba que pronto anochecería. ¿tanto tiempo había estado en la cama?. Que el sol estuviera detrás le ayudaba a ver mejor al frente. Justo en el momento que iba a echar a correr vio algo moverse al otro lado. Detrás, entre las casas que tenía enfrente justo a donde pensaba dirigirse había alguien. 
Desilusionado cerró la puerta y con ella la única vía de escape, seguramente estaba rodeado. Como podía haber pensado que iban a dejarlo salir tan fácilmente. Chilló desesperado sin importarle que lo oyeran. El cuadro volvió a caer al suelo y la herida comenzó a sangrarle de nuevo. Permaneció quieto mirando la foto, sangrando y llorando. Después de un rato levantó la cabeza y miró hacía la cocina, hacia la sala de estar y luego volvió a mirar al cuadro. "Os quiero".
Derribaron la puerta al amanecer y entraron, eran cuatro, llevaban los mismos trajes e iban armados. 
-Despacio y cuidado. Esto parece sangre, podría estar herido y puede ser peligroso - dijo el que estaba al mando señalando la sangre del suelo. 
- Sargento, esto acojona de verdad. 
- Atento. Parece que no hay movimiento, no fiarse. No sabemos cómo puede reaccionar. Ustedes dos quedaos aquí en la puerta. Que no salga por nada del mundo - ordenó a dos de ellos que se posicionaron inmediatamente delante de la puerta. 
Desde la entrada se veía perfectamente la cocina. Estaba completamente vacía, por el suelo un bote de leche rasgado delante de la nevera y restos de vajilla cerca del fregadero. 
- cocina limpia. 
Caminaron hacia la sala de estar. Una estantería colgaba de un lado, debajo libros esparcidos y manchados de sangre, la sangre iba hasta el sofá y hacia el pasillo - sala de estar limpia. Vamos hacia dentro. 
El sargento y el que había hecho el comentario se dirigieron hacia el fondo siguiendo el rastro de sangre. 
- La sangre sigue hacia el fondo y parece que entra en esa habitación. Cuidado.- Caminaban despacio conteniendo la respiración. Podía atacar en cualquier momento y no darles tiempo a disparar. - Aquí está - la encontraron tumbada en la cama. 
- Ostia. ¿Qué está dormida?. 
-Lo dudo mucho. Mira - al pie de la cama había una caja de veneno de rata vacía. 
- ¿Que se ha suicidado?, que considerada, ¿Qué hacemos con ella, sargento?, ¿la llevamos al castillo también?. 
-No. Primero nos aseguraremos de que está muerta y si es así irá directa a la incineradora, ya sabemos todo lo que teníamos que saber. 
-Todavía no sé porqué le llamamos castillo. 
-El comandante ha querido sumarse al homenaje a Kafka. 
- Ah, ostia, es verdad la maldición de Kafka le han llamado a todo esto. Todos hablan de lo mismo, ese que escribió lo del tío que se convierte en mosca, ¿no? 
- En mosca no, en bicho y si, los periodistas suelen ser muy ingeniosos poniendo nombres. 
- Mosca o bicho es casi igual... bueno, ¿y qué tiene que ver un castillo con un bicho? 
- Es algo sobre otro libro suyo, pero ni idea. 
- Total, ya me enteraré. 
-¿Tú? Lo dudo - dijo el jefe sonriendo - Asegurarse de que está muerta - ordenó a los otros dos que llegaban en ese momento - y acercarse al camión por la camilla. Que en veinte minutos esté todo preparado para la limpieza, que esta era la última. 
- Está muerta, Señor - comentó uno de los que se acercaron a comprobarlo. - Miré lo que tenía entre las patas 
- ¿Qué es? - El sargento se acercó para verlo. 
- Un cuadro con una foto familiar, seguramente sea él de niño con sus padres. Debió sentirse solo...Sargento la sangre parece proceder de la boca, ha sangrado mucho. 
- El veneno pudo producirle una hemorragia, pero bueno ya da igual. 
- Que pena - Dijo él que acompañaba al sargento. 
- Tomarse el veneno es lo mejor que ha podido hacer. 
- Me refería a este barrio. Es una pena que acabe convertido en escombro y ceniza. 
-¿Tú te vendrías a vivir aquí? 
- Que va, ni de coña. Aquí ya no querrán vivir ni las ratas. 
FIN